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Arcaica
Extracto del artículo de Oliva María Rubio sobre Arcaica de Osvaldo Cipriani.
“Hay obsesiones que nos persiguen a lo largo del tiempo, que jamás nos abandonan. Temas a los que volvemos reiteradamente. Esto es lo que parece ocurrirle a Osvaldo Cipriani, que lleva casi una década volviendo siempre al mismo lugar de cita: el mito del matriarcado, recogido en este exposición, y que titula Arcaica. Como una obsesión, el tema retorna una y otra vez, sin que por ello, el autor tenga la impresión de aprehenderlo por completo, algo que falta, un aspecto por investigar, un matiz por descubrir, una faceta por atrapar […]
“El mito del matriarcado se pierde en el origen de los tiempos. Ahora bien, lo que llevó al autor a obsesionarse por este tema fue el importante papel jugado por la mujer en su ámbito de vida. La experiencia de su formación, su educación y cuidado, todo parecía tener el origen y el fin en la mujer: la madre, la maestra, la directora de teatro… En todo su aprendizaje, la presencia de la mujer era primordial. Esa experiencia le llenó de curiosidad, le hizo preguntarse de dónde provenía tal potencia en un mundo dominado por el hombre y en el que la mujer aparecía relegada a un papel secundario. Esa curiosidad que desarrolló el niño, inconscientemente se transformó en el adulto en la obsesión que ahora le persigue. Desde una técnica puramente fotográfica, Osvaldo Cipriani trata de transmitir un sentimiento arcaico, antiguo, de esa potencia de la mujer. Para ello, manipula la imagen, provoca deformaciones, revela selectivamente, utiliza múltiples imágenes que dan origen a una sola. Con pinceles, algodones, palillos, telas…, pliega, arruga, deforma, destruye en cierta medida el material, evitando así la asepsia fotográfica. Todo para remontarse al origen de los tiempos, para dar ese aspecto terroso, pictórico, arcaico a sus imágenes.
“[…] Así, la mujer se nos muestra unas veces potente, inmensa, portadora de la vida, maternal; otras, devoradora, dominadora y dominada, seductora, fuerte y débil, hermosa y monstruosa. A veces incluso, adoptando los atributos masculinos, combinándolos o confundiéndose en ellos. Esa mujer potente, mítica, de poderosas carnes y pechos prominentes, puede aparecer atada, controlada; esa otra poderosa, cuyas raíces se hunden en la tierra, proyecta la sombra del crucificado, aquella es sacrificada en el altar de los dioses…, como si nunca pudiera vivir la plenitud de su potencia. Tampoco falta, la sensual y provocadora que, en toda su carnal belleza, se ofrece, seductora, al deleite de los hombres”
Oliva María Rubio
1997